Día 2: Valle de Ordesa

El Valle de Ordesa siempre me fascinó desde pequeño, el cañón, las paredes del Gallinero, la Faja Pelai, el Monte Perdido y la Brecha de Rolando son fotografías que se plasmaron en mi retina desde hace años como supongo que lo han hecho en cualquier amante de la montaña. Nunca tuve oportunidad de verlos realmente hasta este invierno en el que la suerte me regaló la posibilidad única de admirarlo desde el aire durante un vuelo a Ginebra o Copenhague. No recuerdo muy bien a dónde me dirigía pero sí perfectamente la maravillosa visión de este valle completamente nevado, con la calcárea mole de las tres Sorores despuntando entre el manto nival.

Diez mil metros más abajo, el valle de origen glacial, está ocupado hoy por el río Arazas, y en su ribera se mezclan los bosques de pinos, abetos y hayas.

Sin manifestarlo verbalmente, me proponía llegar al Circo de Soaso, para dar vista al Monte Perdido, pero con un niño tan pequeño es mejor no hacer planes y empezar a caminar despacito. El camino es muy fácil y cómodo transcurriendo sin demasiada pendiente. 

Cualquiera que haya conocido antes los Alpes que el Pirineo encuentra cantidad de similitudes. Una de ellas es el color verde-azul de las aguas de sus ríos.

Las comparaciones con el resto de cordilleras que uno conoce siempre son inevitables. Con Sierra Nevada sólo le une el mismo período de formación, pero las diferencias de fauna, vegetación, historia, aspectos culturales y dimensiones son numerosísimas, aunque he de decir que el sistema Penibético no desmerece nada en comparación con esta cordillera, simplemente son áreas muy diferentes.

Mari Carmen y Alejandro están sentados a la sombra de un gran haya y en la foto de abajo caminan por la rivera derecha del Arazas.

La primera parada la realizamos junto a la cascada de Arripas, donde una fuente reúne siempre a unos cuantos excursionistas para rellenar sus botellas.

A partir de aquí, la pendiente se hace un poco más pronunciada y empezamos a tener cierta perspectiva sobre el valle. La foto de abajo muestra el mítico Tozal del Mallo y las fajas de la punta del Gallinero en la Peña Mondarruego.

El camino dispone de varios miradores hacia las numerosas cascadas del río Arazas.

Un poco más tarde hay que parar para comer. La pasta, como todos los padres saben, es ideal para que los niños coman sin problemas. Una sopa con unos macarrones añadidos saciarán al pequeño montañero y lo dispondrá para echarse una ligera siesta a lomos de papá.

Durante la comida nos sorprende un gran chaparrón y acudimos a refugiarnos en una cabaña cercana, donde comemos mientras vemos llover.

Dicho y hecho. Alejandro está durmiendo y aprovechamos este momento para remontar todo lo que podamos. Su siesta durará una hora durante la cual conseguimos abandonar el bosque y entrar en los prados de alta montaña.

Las gradas de Soaso son una serie de escalones naturales en el río Arazas donde se despeña el agua de forma consecutiva. Una vez llegados aquí, nos graniza durante un minuto y tras aumentar la intensidad de la lluvia decidimos dar la vuelta. Sólo nos hubieran bastado cinco minutos más para remontar las gradas y aparecer en el circo de Soaso, punto donde esperaba encontrarme con la vertiente meridional del Monte Perdido, pero dadas las inclemencias meteorológicas pregunté a un extranjero que pasaba de vuelta si las nubes dejaban verlo a lo cual me respondió que el cielo estaba muy cerrado y no se veía nada, razón de más para apresurarnos en la vuelta. 

Deja de llover y Alejandro se despierta.

Parece sorprenderse de dónde ha llegado y empieza a buscar piedras que empotrar en los charcos del camino.

Con tanta humedad y el Sol de repente, no aparecen caracoles, pero sí numerosas babosas que cruzan nuestro camino.

La tormenta se encuentra ahora sobre la Peña Mondarruego ofreciendo una vista deslumbrante desde el valle.

Tras la merienda, Alejandro hace uso del retrete incorporado a sí mismo. Cambiarle los pañales en el camino es un ejercicio añadido para la espalda.

Así se forman los glaciares, aunque esto no lo sea. Este cúmulo de nieve ha bajado a lo largo de un torrente lateral del río Arazas arrastrando consigo todo lo que encuentra a su paso, ramas, piedras, raíces y la nieve se ha endurecido bajo el manto de hierba y tierra superior. Probablemente dentro de unas semanas, con los calores del verano, desaparecerá. En otra época iría creciendo, pero hoy incluso los residuales glaciares del Aneto, Monte Perdido y Vignemale se hayan en rápido retroceso, siendo prácticamente inexistentes.

El pañal usado de Alejandro hubo de viajar en el exterior porque hubiera sido una barbaridad meterlo dentro de nuestra mochila.

Son las siete y media, en este momento llevamos ocho horas de excursión y vuelve a llover.

Diez minutos más tarde llegamos a la Pradera de Ordesa y a nuestro coche donde descansamos de la aventura de hoy.

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